Esta es
la tercera entrada consecutiva que escribo de No te duermas. Tienes una reseña
del juego aquí y un artículo sobre consejos e ideas para preparar la partida
aquí. En esta ocasión tenéis un Actual Play de la partida, y las impresiones
mías y de los jugadores. Al final nos reunimos 4, al faltar dos jugadores por
asuntos personales.
Actual Play.
Conociendo a nuestros protagonistas…
Hace tiempo Edward Thorton, era un tío normal. Estaba
casado, tenía un hijo y trabajaba de profesor de historia en Chicago. Lo único
extraño en su vida eran aquellos extraños sueños, sueños que parecían demasiado
reales. Uno de ellos revelaba la muerte de su mujer e hijo, a manos de unos
drogadictos. Desestimó ese sueño, para luego revivirlo, esta ocasión estando
despierto. Con sus propias manos mató a aquellos dos despojos, pero eso ni si
quiera lo acercó a sentirse mejor. Revivió aquellos sueños hasta que dejó de
dormir, y cuando ya no dormía, los demonios empezaron a perturbarlo despierto.
Su nombre real era James Murdock, pero pocos conocían ese
nombre. Cuando matas por dinero, el anonimato es fundamental para la
supervivencia. La juventud hizo que el dinero fuese excusa suficiente, pero con
la madurez llegaron los remordimientos. Llegó el día en que simplemente no
podía volver atrás, y aquellos que había despojado de sus vidas comenzaron a
despojarle a él de sus sueños. Vivía atormentado, deseando una oportunidad de
volver atrás, la oportunidad de trabajar, de pagar una hipoteca, de buscar una
chica decente con la que formar una familia, pero incapaz de olvidar todo lo
que había hecho. Quizás simplemente no lo mereciera.
“Ellos están ahí”. Era una cuestión sencilla, básica. Aun
así nadie parecía verlo más que Joe Fisher. Esos ignorantes lo llamaban loco,
mientras se movían a son de la música de quienes movían los hilos. Pero no lo
cogerían. A él no. Estaba preparado. No. Estaba destinado a detenerles.
Maldición, haría lo que fuese necesario para detenerles, incluso si eso
significaba estar siempre atento, siempre alerta.
Se levanta el telón…
Edward Thorton miraba el sucio reflejo que arrojaba aquel
viejo espejo de un motel de mala muerte. Toda su vida se había ido a la mierda,
pero aún se afeitaba a diario, aunque sólo sirviese para admirar ese rostro
cada día más demacrado. Su reflejo le sonrió. ¿Lo había soñado? – “¿Aún sigues
ahí?” – Reprochó como un loco a su propio reflejo. Solo que ese reflejo le
respondió. – “Sí, sigo aquí. Preguntándome porqué los dejaste morir.”
Aquello fue demasiado, y Edward cayó al suelo, sollozando y
preguntándose si se había vuelto loco. Pero el espejo seguía mirándolo. – “Pero
aún puedes volver a verlos. Aun puedes estar con ellos.” – Sabía que era
imposible, pero si su locura servía para verlos de nuevo la abrazaría. Se
incorporó, y su reflejo volvió a hablar – “Ding dong, llaman a la puerta. Ve y
abre.” – Y su reflejo le fue devuelto, a costa quizás de algo de cordura, pues
fue a abrir la puerta. Al hacerlo algo le golpeó, cerrando la puerta a su paso.
Joe Fisher corría. Corría como nunca lo había hecho. Le
perseguían y eran demasiados. Aun no sabía quienes eran, pero ellos le tenían
miedo porque era el único que sabía la verdad. Las calles eran extrañas, pero
no tenía tiempo de pensar, así que se limitó a seguir adelante. Estuvieron a
punto de cogerle, y de repente un contenedor se movio interponiéndose. Y cuando
una puerta estaba cerrada, simplemente se abría. Entonces notó el poder, ¡que
poder! ¡Era capaz de mover objetos con la mente! Por eso lo querían. Finalmente
se detuvo. Había llegado a un callejón sin salida, y sus perseguidores lo
habían acorralado. ¡Mierda, mierda! Moriría luchando. Pero entonces la vio. Era
una puerta sencilla, con una luz de emergencia sobre ella. Volvió a correr, y
la puerta se abrió.
James Murdor entró en el baño, con intención de darse una
ducha que aclarase su atormentada mente. Vio su reflejo de reojo, aun así su
instinto le advirtió, había alguien más en aquel baño. Pero no era así. Volvió
a mirar su reflejo y allí estaba, pero no era alguien, era algo. Un ser
demoniaco tras su reflejo, contemplándolo. De repente el ser se abalanzó sobre
su reflejo, y comenzó a devorarlo. Crash. Con su puño desnudo destrozó el
espejo en cientos de pedazos. La sangre manaba de sus nudillos heridos y varios
cortes en las piernas. Dio un paso, y notó un chapoteo. Cuando miró al suelo
había sangre. Mucha sangre. Había un charco a su alrededor. ¿Qué coño estaba
pasando? Los trozos de cristal empezaron a flotar, a flotar y moverse. Se
estaban uniendo. James cogió su arma, y retrocedió, acercándose a la puerta. El
espejo estaba casi reconstruido, y algo salió de él. Una garra infernal ideada
por una mente perturbada se abrió paso a través del espejo, fue lo último que
vio antes de atravesar la puerta y cerrarla.
Joe entró, golpeando a Edward y cerrando la puerta. – “No
abras, ellos están ahí” – Tras un intercambio de palabras sin sentido, Edward
se hartó y cogió su arma, justo a tiempo para ver como un hombre medio desnudo
y armado salía de su baño y daba un portazo, buscando algo con lo que
obstaculizar la puerta. Pero que coño… –
“¿Quién coño eres?” – “Dímelo tú, estás en mi puta habitación.” – Cuando
James descubrió su error, y que esa no era su habitación, simplemente se sentó,
esperando que aquel ser infernal saliese del baño y los devorase. En lugar de
eso, admiró como Joe abría la puerta del baño, descubriendo otro baño. No
habían trozos de cristal en el suelo, ni sangre, ni su puta ropa. ¿Qué demonios
estaba pasando?
Los tres hombres intercambiaron unas pocas palabras, que no
los llevó a ningún sitio, y entonces sonó la puerta. – “No abras, son ellos,
nos han encontrado” – Joe estaba realmente asustado. – “Policía, abran la
puerta.” – Cansado, Edward fue hasta la puerta, y por la mirilla vio a dos
policías que parecían haber visto demasiadas veces “Los Intocables de Eliot
Ness”. Abrió la puerta y descubrió que los policías habían venido alertados por
los ruidos. Los policías empezaron a hacer demasiadas preguntas, y a ponerse
nervioso, hasta que descubrieron que James estaba armado. Tardaron demasiado en
apuntarlo, y antes de darse cuenta reposaban en el sucio suelo. Pero la
sorpresa mayor se la llevaron los tres hombres que contemplaron que ambos
policías, que habían visto de carne y huesos, eran en realidad horribles
muñecos. De su espalda asomaba una llave de cuerda, como la de esos juguetes
antiguos, y para su horror contemplaron que sus facciones y ropa interior
estaban pintados. En serio, ¿Qué coño estaba pasando?
Desde su escondite Joe escuchó los dos disparos. Idiotas,
los habían cogido. A él no lo cogerían. Salió de la bañera llevándose
ruidosamente consigo la cortina, e intentó salir ridículamente por una ventana
por la que apenas podía sacar la cabeza.
Los tres hombres intentaron sacar algo en claro, pero antes
de darse cuenta escucharon las sirenas. La policía. A penas cogieron algo de
ropa para James, salieron corriendo, pero se detuvieron ante una nueva visión
espeluznante. Un niño los admiraba. Era el típico niño repartidor de periódicos
de los años 20, con una salvedad. Este estaba totalmente cubierto de periódico.
Diablos, sus ojos estaban hechos de periódicos. Antes de saber que pasaba el
niño echó a correr. “Extra, extra. Tres extranjeros matan a dos policías.
Extra, extra, la policía los acorrala en el motel a los tres asesinos. Extra,
extra.”
Una suerte de puerta trasera les permitió dar esquinazo a
más de aquellos infernales agentes, que habían puesto sus vehículos atravesados
en la calle principal, frente a la entrada. Cuando se creían a salvo en aquel
oscuro callejón, una voz infantil los sobresaltó. “Extra, extra. Los
extranjeros intentan huir por la puerta de atrás, mientras son tiroteados por
la policía. Extra, extra.” Maldito niño. Se hubiese llevado una bala si la
policía no gritase “ahí están” a sus espaldas. Con valor, James comenzó a
disparar, dando cobertura a sus compañeros, consiguiendo dar esquinazo a sus
perseguidores.
De algún modo, los tres hombres llegaron a un gran parque, lejos
de sus perseguidores, donde más tranquilos tuvieron tiempo de presentarse y
hablar sobre lo que estaba ocurriendo. Descubrieron que tenían algo en común,
ninguno había podido dormir desde hacía semanas. Un tipejo con mala pinta
intentó venderle drogas. Extrañamente, tras rechazar emociones fuertes, el tipejo
les ofreció un recuerdo feliz. Puto loco. Una simple muestra del arma hizo que
se fuese, mostrándose amistoso, no sin antes presentarse como Jim, (o Jimmy
remenber, como será recordado para siempre).
“Si quieres ver a tu familia, busca al maravilloso genio.” –
Cuando Edward estaba despistado, sin saber que hacer o donde ir, su reflejo
arrojado desde pequeño lago del parque le habló de nuevo. Y de algún modo,
Edward viajó con su mente. Se vio entrando en un local cercano, donde se
celebraba una típica fiesta de los años 20, con esa hermosa cantante incluida.
Allí hablaba con una chica que le llevaba hasta un hombre que conocían como
maravilloso genio. – “¿Queréis un trago? Conozco un sitio cercano”
Sin nada mejor que hacer los tres llegaron al establecimiento,
donde un matón les pidió el nombre, ya que solo se podía entrar bajo
invitación. No les sorprendió demasiado ver que sus nombres estaban en la
lista, en especial después de lo que había pasado, así que entraron, bajo
disgusto de Joe, que temía que ellos le estuviesen tendiendo una trampa. Joder,
como coño si no, conocían su nombre.
James buscó un café, pero cuando una camarera pasó a su lado
con varias copas, decidió que ese líquido le vendría mejor. Bebió de un trago
dos copas y decidió que un pitillo redondearía la situación. Cuando se acercó a
aquel gordo de largo mostacho, este no solo le brindó con gusto un cigarrillo y
cerillas, sino que le invitó a una partida de póker, que jugaban él y una de
esas mujeres a la que nunca dirías no. Diablos, ¿por qué no? En unas manos
afortunadas ganó algunas monedas. Sin
embargo, cuando perdió aquella mano y la mujer le dijo que pagaría con
un recuerdo alegre, James nunca pensó que sentiría aquel extraño vacío (Y olvidó
uno de los pocos días alegres en su vida, cuando siendo un niño sus padres le
llevaron a un pequeño parque de atracciones junto al mar).
Edward fue directo a la chica. No sabía quién coño era ese
maravilloso genio, pero de algún modo sabía que tenía que verlo. Joe le siguió,
sospechando de su compañero. Al fin y al cabo estaba demasiado seguro, y era él
quien había elegido venir aquí. ¿Sería uno de ellos? La chica lo llevó a una
puerta metálica, que desentonaba con el edificio viejo de madera. La puerta no
tenía manillar, ni se movía cuando la empujaba, pero Edward imaginó un
manillar, y este apareció. ¿Qué más da? Entró en una oficina pequeña, bastante
cutre, y allí se sentaba un extraño hombre de piel azul. Tenía un tupe estilo
“el rey”, pero eran dos picos en lugar de uno, haciendo un ridículo intento de
ser cuernos. Su sonrisa, cual Jim Carrey en la máscara, era imborrable, pero
los grandes y blancos dientes estaban sustituidos por desagradables dientes
podridos, amarillentos y rotos. – “Hagamos un trato”.
En unos minutos Edward salió de allí, habiendo dado su
palabra. Los vería. Aquel tipo dijo que los vería de nuevo. ¿Qué más dará si a
cambio tenía que dar un día de su vida? Cuando lo vio salir, Joe se escondió, y
luego se acercó a la puerta, que con su imaginación también consiguió abrir. No
salió demasiado contento. Le habían dado un objetivo, si lo eliminaba, tendría
la información que tanto buscaba. Aquel tipo le diría quienes eran los que
movían los hilos, la verdad de todo aquello. Pero, ¿Por qué fiarse de un pitufo
de dientes amarillos con tupé?
Cuando estaba a punto de irse, Joe convenció a James de que
tenía que ver al maravilloso genio. Bah, al fin y al cabo James estaba seguro de
que todo esto no era más que otro estúpido sueño, así que no se quedaría con la
curiosidad. Su trato fue, aparentemente, el más beneficioso. Tendría una nueva
vida, la de un profesor de primaria que vivía en una granja en las afueras.
Tendría un trabajo normal, una mujer que lo amaba y un hermoso y sano hijo. Y
olvidaría su vida, olvidaría tanta muerte y tanto dolor. Y a cambio sólo tenía
que hacer un último trabajo, un trabajo que sería realmente duro, pero del que
no recordaría nada cuando viviese esa nueva vida.
Salieron del establecimiento sin ningún lugar a donde ir.
Joe dijo que le siguieran, y por alguna razón eligió una de las tantas puertas
que habían aparecido a su alrededor en las últimas horas. Los demás le
siguieron, aparentemente sin nada mejor que hacer. La puerta estaba a pie de
calle, y sin embargo aparecieron varios metros bajo tierra, en una parada del
metro. Un letrero advertía que la siguiente parada les llevaría a la torre,
pero tampoco le dieron importancia.
“Así que sois nuevos” – Un hombre aún más demacrado que
ellos, y desde luego mucho más borracho, se acercó. Aunque ellos lo ignoraron,
el hombre simplemente siguió hablando, advirtiéndoles que la ciudad acabaría
con ellos tarde o temprano, y aunque habían algunos que luchaban, al final sólo
había una salida. Admiraron estupefactos como nadie hacía nada cuando el hombre
se lanzó a las vías, justo cuando pasaba el tren, llenándolas con su sangre.
James, simplemente se limpió los restos de sangre de las ropas y entró en el
tren. Los otros dos lo siguieron, mucho más afectados pero sin saber que
diablos hacer, pues cuando dijeron si nadie iba a hacer nada, simplemente lo
animaron a apartarse, como no hubiesen visto nada.
El tren les llevó a la torre, donde un enorme reloj estaba a
punto de dar las 11. Dong,
comenzaron las campanadas. Dong, dong, dong, dong, dong, dong, dong, dong,
dong, dong, dong. Extrañados por escuchar doce, volvieron a mirar el
reloj, para ver atónitos como el reloj marcaba en realidad las doce, sólo que
habían 13 horas marcadas en aquel reloj. Cuando se fijaron en la plaza que
estaba frente a la torre, vieron que casi de la nada habían empezado a formarse
diversos puestos, y se formó frente a ellos un extraño bazar bastante parecido
a los grandes bazares árabes. Y allí, preguntando por algún objeto, estaban
ellos. Eran su mujer y su hijo, su mujer muerta y su hijo muerto. Estaban tal
como los recordaba. Él incluso llevaba la misma camiseta de Star Wars, pero la
sangre había desaparecido. Edward los llamó y corrió tras ellos, pero se
perdían entre la muchedumbre.
Sin saber que diablos pasaba, Joe echó a correr también, y
James los siguió, caminando y sin alterarse demasiado. Al final Edward los
encontró, estaban comprando la chuche preferida de su hijo, gritó sus nombres
de nuevo y corrió hacia ellos, pero un vendedor de globos pasó delante, y
varias personas se chocaron con él, y cuando volvió a mirar, habían
desaparecido. Los buscó, los buscó y los siguió buscando, pero ya no estaban.
Joe ayudó a su amigo, pero acabó fijándose en una Tablet
increíble. Tenía que hacerse con ella. Por un momento le extrañó que hubiese
algo así en un lugar como aquel, que parecía 100 años atrás en el tiempo. Pero
allí estaba, junto a cientos de cachivaches que parecían salidos del futuro. No
tenía dinero, y no estaba seguro de querer ofrecer uno de sus recuerdos, así
que intentó usar su recientemente adquirido poder. Consiguió las monedas en
poco tiempo, pero a cambio de un poquito de su alma. Por su culpa uno de los
tenderos fue detenido, y al parecer llevado ante un tal oficial Tac. Otro niño
se llevó la peor parte, cuando un tendero lo acusó de haber robado y le golpeó
cruelmente, quitándole lo que el pobre joven había comprado con su dinero.
(Cuando domina el dolor, domina el dolor…)
Por su parte James consiguió una extraña botella que hacía
tiempo tenía ganas de probar, uno de esos extraños recuerdos. Por algún motivo
decidió que ese recuerdo de ser padre sería especial. Consiguió negociar el
abusivo precio que puso el tendero y lo compró por las monedas que había ganado
y el recuerdo de la última vez que durmió.
Como un niño, Joe probó su objeto recién comprado, y buscó
información en la red. Era increíble la buena conexión que había a principios
del siglo XX. Descubrió muchas cosas pero algunas no le gustaron demasiado. En
especial la cantidad de información y fotos suyas que los chicos del periódico
habían colgado en su versión digital del periódico. Joder, ellos estaban ahí y
lo sabían (tras verse obligado a tachar una respuesta de huir). Joe empezó a
correr alocadamente y atravesó una extraña puerta de avión que encontró entre
dos puestos. Cierto sentido de la camadería les hizo a James y Edward seguirle…
Y de repente James estaba en ropa interior entre trozos de
cristal en su baño, Edward temblando frente a su horrible reflejo, y Joe en un
callejón oscuro.
Impresiones de la
partida.
Muy difícilmente mejorable. El sistema es básico, y no da
demasiadas sorpresas. No hay críticos que maten personajes, y los personajes
tampoco tienen demasiada capacidad de destruir a antagonistas importantes. Casi
todo es muy narrativo, y da la posibilidad de que los jugadores aporten mucho a
la historia. Aunque los personajes consigan sus objetivos, muchas veces domina
la locura, el agotamiento y el dolor, lo que hace que todo pase factura, y que
los jugadores se piensen dos veces hacer acciones que conlleven tiradas
difíciles.
La ambientación, y esto no es novedad, es realmente buena.
Es un aire fresco y diferente, y tiene muchísimas posibilidades. Que los
jugadores tengan ocasión de crear detalles de la ambientación con su historia y
durante la partida hace que incluso el director se sorprenda durante la
partida. Además, tanto caos y locura ayuda a que los jugadores estén atentos,
cosa fundamental.
Los jugadores salieron muy contentos. Algunos jugaron con
ciertas dudas, tanto del sistema como de la ambientación, pero desde la primera
media hora, que fue probablemente lo mejor de la partida, estuvieron
encantados.
No puedo más que felicitar al creador del juego, Fred Hicks,
por la buena aportación que ha hecho con su juego, y a la editorial conBarba
por traerlo traducido. Pero como no quiero parecer un fanboy, así que aquí va
lo que no me ha gustado.
- Su ambientación puede hacer que muchos jugadores miren No te duermas recelosos, y puede que te cueste convencerlos para que lo prueben.
- Preparar la primera partida fue toda una odisea, y creo que estaría bien que el manual ayudase en este sentido. Las cosas están demasiado en el aire, y cuesta visualizarlas en la mesa, o al menos ese es mi caso.
- La aleatoriedad del sistema hace que, como fue mi caso, el dolor pueda dominar en acciones muy sencillas, lo cual hace que o acabes descartando las consecuencias del dolor, o se pierda bastante tiempo al ir quedándote sin ideas. Por suerte los jugadores me ayudaron, dándome opciones constantemente.
- Se echa de menos alguna aventura o ideas de aventuras más trabajadas.
- Tengo que seguir probándolo, pero las reglas no dejan demasiado claro el combate, en especial cuando los jugadores se enfrentan a pesadillas.
- Jugar es todo un ejercicio de improvisación, y desde luego no está pensado para grupos numerosos ni jugadores sin mucha experiencia. Lo peor es cuando tienes varios jugadores, y quieres avanzar al mismo tiempo las historias personales de cada uno de ellos, y que los jugadores sientan que son protagonistas.
En definitiva, si tienes la oportunidad de jugarlo, no lo
dudes.
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