Solomon Kane: Otra visión del Paladín Actual

“Solomon Kane no lo entendía. Toda su vida había vagabundeado por el mundo ayudando al débil y combatiendo la opresión; nunca se había cuestionado por qué. Era su obsesión, la fuerza conductora de su vida. La crueldad y la tiranía al débil provocaban una llamarada roja de furia, fiera y duradera, en su alma. Cuando el fuego de su odio se despertaba y desencadenaba, no descansaba hasta consumar su venganza. Si reflexionaba sobre todo esto, se consideraba a sí mismo como el ejecutor de la voluntad de Dios, un cántaro de ira destinado a verterse sobre las almas de los inicuos. En el pleno sentido de la palabra, Solomon Kane no era completamente un puritano, aun cuando se considerara a sí mismo de esa manera.”
Robert Ervin Howard, Sombras Rojas

La mayoría de nosotros cuando pensamos en un paladín lo asociamos a un guerrero santo, un campeón de un dios en particular que ha jurado proteger y servir ciertos dogmas a cambio del poder que se le ha otorgado. La imagen más común es la de un aventurero con una desproporcionada cota de malla y un escudo que llega hasta los pies, caracterizado por su intransigencia frente a cualquier tipo de mal y al cual se ha convertido en una representación burlesca de este en la que su vocabulario se reduce a repetir constantemente ciertos palabros como herejía, sacrilegio o, si nos encontramos en una partida con tonos de amor, el ya famoso “Deus Vult”. Sin embargo, cuando yo pienso en un paladín no se me viene a la cabeza una coraza plateado, sino un jubón de cuero tapado por una larga capa negra y acompañado por un sombrero de ala ancha. Cuando pienso en las armas que porta, no pienso en largas espadas y martillos de guerra, sino en mortales sables y pistolas cuyo pedernal retumba con la fuerza del trueno. Y cuando pienso en qué dirá ante el mal, no me imagino palabra saliendo de sus labios, sino unos ojos que brillan con ira ante la blasfemia del mal y el rápido instante en el que se abalanza para aplacarlo. Cuando pienso en un paladín solo hay una figura que se alza frente al resto. Cuando pienso en un paladín, Solomon Kane es quien mayor cabida tiene en este.

En agosto de 1928, la revista Weird Tales publicó la historia titulada Sombras Rojas, de nuestro escritor de Cross Plains favorito, Robert E. Howard. Esta historia es bastante peculiar no solo por su trama de venganza entremezclada con extraños toques de magia negra, sino porque en ella encontramos a Solomon Kane, un vagabundo austero, estoico y determinado que no duda frente a su propósito y está dispuesto a hacer lo que sea por acabar con el mal. En esta ocasión, el objetivo de su ira era le Loup, un bandido que había aterrado las zonas rurales de Inglaterra, lo cual llevará a Solomon a viajar por toda Europa y hasta a adentrarse en las selvas africanas para matarle y así acabar con él. ¿El motivo por el que decidió considerar a Le Loup una presa? Porque se lo juró a una víctima moribunda del bandido que nunca había conocido. Cuando leí la historia me quedé fascinado con la idea de que alguien mantuviese tal determinación por sus ideales y me hizo reflexionar sobre la idea de los paladines.

Del mismo modo que hace algunos meses os di algunos consejos para crear la historia de vuestros bárbaros, dejadme que os enseñe la esencia del espadachín de Dovenshire, del peregrino cuya voluntad arde como los fuegos del infierno y del paladín de una tierra manchada por el mal y la magia con el fin de enriquecer vuestros personajes siempre y cuando lo deseéis.

Solomon Kane, por Thomas Yeates.

Como ya hemos mencionado anteriormente, la idea principal de las historias de Solomon es la de acabar con el mal sin importar los obstáculos e impedimentos que aparezcan en el camino. Suena a la típica trama de blancos y negros, donde algo es inherentemente bueno o malo y, sin embargo, las historias de Solomon Kane se mueven constantemente entre tonos grises que nos hacen preguntar qué es realmente el mal. El antiguo capitán de la armada británica siempre dice que el pecado y la herejía no tienen cabida en el mundo pero en muchas de sus historias ha sido acompañado por ladrones, bandidos o incluso hechiceros y practicantes de extrañas magias. El mejor amigo de Solomon y a la vez mayor aliado es N´Longa, un sacerdote vudú de las profundas junglas africanas que ayuda con sus extrañas artes al peregrino siempre que lo necesite. ¿Cómo es posible que alguien que repudia todos estos ideales los acepte de buen grado? Porque Solomon Kane es un consecuencialista, una persona que no cree que un acto sea inherentemente bueno o malo, sino que la ética de este reside en el efecto que pueda producir.

La magia negra puede ser malvada si se utiliza para oprimir a los débiles y para hacer daño a los inocentes, pero también e puede utilizar para luchar contra aquellos que llevan la malicia al mundo. De hecho, el propio puritano ha usado este tipo de poderes en la forma de su bastón de gato, el cual porta una magia más oscura y antigua que el propio y que, a pesar de ello, el conserva como arma más importante. Un dogma suele considerarse algo cerrado, un código que debe seguirse a rajatabla, lo cual nos puede llevar a centrarnos en un aspecto de la historia que nos hace obviar el contexto. Robar está mal, pero es mejor colarse en casa de un hombre de paz para hacerte con una hogaza de pan que dejar que un compañero muera de hambre, o a lo mejor es necesario que dejes vivir a un asesino si gracias a ello puedes conseguir a una presa mayor.

Solomon Kane y N´Longa, por Gary Gianni.

Continuando con otro de los aspectos de Solomon Kane, debemos volver a la idea de la determinación y cuando Kane elige a un objetivo, este lo lleva a cabo sin importar qué se ponga por delante. Es cierto que uno de los atributos más conocidos del paladín es su determinación por luchar contra lo que es justo, pero en este caso me gusta referirme a la idea del ideal imparable, del deseo de hacer lo que crees justo. Un objetivo en los ojos del hombre del jubón negro no es solo un enemigo más al que derrotar, sino que se convierte en una obsesión. En su cabeza no queda espacio para nada más, en este mundo solo existen él y su enemigo y pro muy cansado que esté, por muchas heridas que cubran su cuerpo y por muchos horrores y maldades que haya visto en su camino, para él solo le importa una cosa: acabar con el mal. Imaginad a un aventurero que desprecia todo lo demás por cumplir su objetivo, las luchas internas con sus compañeros que no desean seguir su camino, la caída en gracia llevada por su propia obsesión y arrogancia, la lucha de uno contra sí mismo. La lucha entre el deber y la razón.

Sin embargo, no quiero que confundáis el estoicismo de Solomon con alexitimia o falta de empatía. Es cierto que para Solomon lo más importante es su misión y que esta a veces pueda resultar una molestia para sus compañeros de viaje, pero esto no significa que vosotros no debáis ceder de vez en cuando. Las discusiones entre jugadores dentro del juego pueden llevar a historias interesantes y que tientan a ser exploradas, pero esto no significa que deban llevar a problemas dentro de la mesa.  El propio Solomon ha disfrutado entre aventuras del dulce sabor del vino, el agradable sonido de la música y hasta ha llegado a compartir bromas con compañeros de viaje. Por muy importante que sea u misión y por muy oscuro que sea el mundo, solo tienes una vida en este, y a veces está bien parar y observar todo lo bueno que te puede ofrecer, incluso si el mal hace que sea casi imposible el apreciarlo.

Solomon Kane: Los Jinetes Negros de la Muerte Número 2, página 8.

Para acabar, debemos de hablar de uno de los aspectos más importantes de un paladín: su fe. El fervor religioso es lo que empuja a un paladín a luchar y le otorga el poder para enfrentarse a enemigos mucho más poderosos que este. Su entrenamiento con las armas ha sido para servir a su dios, y cada aspecto de sus dogmas está diseñado a sus designios. Solomon Kane se considera a sí mismo un creyente, un instrumento de Dios para cumplir su voluntad pero, a diferencia de otros peregrinos, este no deja su destino en las manos del omnipotente o espera paciente a que la mano de dios actúe para solucionar los males que achacan al mundo. Para Solomon la fe es una herramienta, un instrumento que sirve para apoyar sus ideales y que le acompañan para inspirarle coraje en sus momentos más bajos, pero esta jamás toma el control de su persona.

Del mismo modo, Kane no cree en los dogmas cristianos, cree en la idea del bien sobre el mal como mencionamos anteriormente, lo cual le permite aliarse con católicos, musulmanes y hasta paganos viendo en todos el bien que pueden hacer por los demás y no el dios al que veneran. Del mismo modo, este cree en la idea de la caballerosidad, del duelo justo, del deseo por cumplir la ética hasta en los momentos más oscuros y de la compasión cuando es necesario, lo cual se ha contradicho muchas veces al realizar ataques por la espalda, usar trampas explosivas o al utilizar magias oscuras que sobrepasan en gran medida a sus enemigos. La idea de escoger el mal mayor y la de cumplir su objetivo a toda costa vuelve a hacer hincapié en su personalidad, pero en esta versión toma un tono mucho más importante, ya que está quebrantando algo que para el deberías el sagrado: su fe.

Hay veces que un personaje debe preguntarse qué peso tiene sus acciones, pero con los paladines hay que prestar mayor atención a esto. Un código ético significa el tener que realizar un análisis exhaustivo a nuestros actos, lo cual puede llevarnos a preguntarnos donde se encuentra el elemento de mayor peso en nuestro pensamiento, qué es lo que nos interesa más. ¿Somo un paladín pragmático que considera de forma literal los escritos de su iglesia o quizás es mejor realizar una interpretación libre para cada caso? ¿Cuál es el límite a cruzar que separa nuestras acciones de justas y perversas? ¿Por qué he decidido tomar ese camino?

Estas y muchas otras preguntas las ha respondido Solomon Kane en sus relatos, cómics y hasta en una película de dudosa calidad. Son cuestiones que alguien que desea seguir el camino de la virtud debe responder sin miedo y que nosotros mismos nos hacemos de forma cotidiana y en la literatura y media que consumimos a diario. Ahora es el turno de que las respondáis vosotros.

Solomon Kane contra Le Loup, por David Rubín

Espero que estas pocas palabras o ayuden en vuestra propia creación de personaje e incluso os lleve a escribir historias cuyo protagonista esté dispuesto a luchar contra el mal y que desee aplacarlo bajo cualquier medio que esté a su disposición. Por mi parte, yo debo despedirme durante un tiempo, pero no os preocupéis que no será demasiado. Este marzo sale a la venta de Conan de Holocubierta y, como no podía ser de otra forma, tengo algo preparado para vosotros. Así pues, me despido y que la providencia guíe vuestro camino.

Fausto Losilla Rodríguez, “Roleros con Sombrero”.

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