A todo el mundo le gusta una buena historia del pueblo contra el gobierno opresor. El líder de nobles ideales contra los tiranos corruptos y perversos. El pueblo que se alza y, contra todo pronóstico, sale a las calles armados con palos y horcas a enfrentarse a los caballeros, con sus armaduras completas y sus aceros templados. Son fábulas trascendentales. Y menos mal que solo son historias, pues, siendo realistas, el ejército convertiría a una turba de campesinos en una amalgama sanguinolenta. Nuestro líder carismático acabaría ejecutado en la plaza del castillo por haber perdido la rebelión. O quizás lo lincharían sus seguidores por sumir al país en una crisis económica y política tras subir al poder. Ahora bien, las preguntas que debemos plantearnos cuando queremos introducir esto en nuestras partidas roleras es cómo podemos hacer una sublevación de poder creíble y cómo podemos hacer creíble que aguante.
Lo primero que debemos tener en cuenta a la hora de diseñar una rebelión, una conquista o un cambio de poder es que es un elemento que está presente en el mundo de nuestros jugadores. En el día a día escuchamos miles de opiniones sobre los cambio actuales. Del mismo modo, los jugadores y los personajes hablarán sobre la inestabilidad, los enfrentamientos que hay entre las diferentes casas nobles o los resultados que habrá en las próximas elecciones del senado galáctico. La política es un elemento fundamental de nuestra partida puesto que es la que marca el ritmo de nuestro trabajo, familia y estabilidad. Poniendo algunos mercenarios borrachos que sueltan comentarios indiscretos gracias a la hidromiel o colocando frente a nuestros jugadores a un joven siendo detenido por los guardias de la ciudad al repartir panfletos de nuestro particular héroe, conseguimos añadir ese elemento en el ambiente de la partida.
Lo segundo es darnos una explicación para este cambio político. Para esto no basta algo tan simple como «los nobles nos crujen a impuestos y el pueblo llano se ha levantado». En la historia existen muchos casos de poderes políticos muy fuertes que no se han lanzado contra un país vecino por la simple razón de que se necesita un detonante legítimo, tanto para los estados vecinos como para tus propios ciudadanos e instituciones de poder. Los motivos son simples: nadie quiere asociarse con un individuo que ha faltado a los códigos internacionales, al menos públicamente, y el nuevo poder también quiere evitar que otros estados, por miedo que ser los siguientes, repriman el levantamiento. En aquellos sistemas que sirven para historias sobre los imperios antiguos, como Mesopotamia o el imperio Romano, podemos utilizar la excusa de la falta de espacio para cultivo o el derecho a las tierras. Debemos recordar que, en este caso, los estados deben estar equilibrados en fuerza y poder si no han sido anexionados. Para un sistema más medieval o de fantasía medieval, como en DyD, debemos preocuparnos más en buscarlo. Podemos invadir un país afirmando que es un acto caritativo, ya que el rey es un déspota que está masacrando a su gente, y poner como prueba el escándalo genérico que se nos ocurra. También podemos usar a la ruptura de antiguos tratados de paz entre ambos países, o faltas de respeto y amenazas, incluso un acto deleznable llevado a cabo por los monarcas o un escándalo que deslegitimice el poder actual. En los juegos de ambientaciones más modernas y futuristas es común que aparezcan la democracia y los estados autoritarios. Es aquí donde podemos sacar a relucir todos nuestros conocimientos sobre elecciones y política: usar el desprestigio contra el oponente, sacar trapos sucios, decir que un estado ha invadido nuestro espacio vital, etc. Ninguna excusa es mala ni tampoco tiene que ser realmente compleja. Recordemos que Tokugawa Ieyasu consiguió hacerse con el control de Japón en la batalla de Sekigahara porque se podía malinterpretar la inscripción de la campana que le regaló su rival político, la cual pidió él mismo como tributo.
Otro punto a tener en cuenta es el equilibrio de poder. Ambas facciones deben tener un poder similar, ya sea militar, adquisitivo o popular. Además, cuando uno de los bandos tiene más poder que otro, es normal que el más fuerte intente reprimir cualquier resistencia. Si bien es cierto que los campesinos con horcas no pueden derrotar a los nobles con espadas, sí que pueden los mercaderes que les dan de comer u otros nobles que han apoyado la causa “en pos del bien del pueblo” y de las posibles ganancias que obtenga durante la contienda. Cuando estemos diseñando una sublevación debemos tener en cuenta cuánto poder tienen los sublevados, cuánta gente les apoya, cuánto financiación hay para la contienda y por qué no han avanzado más. En caso de guerras o conquistas, debemos tener en cuenta los aliados políticos, la geografía del terreno, la infraestructura enemiga y muchos otros aspectos que puedan afectar al resultado. Y es muy importante recordar que los países extremadamente militarizados que no han invadido tierras menos desarrolladas son una incongruencia. Cuando se tiene poder, se utiliza. Puede parecer muy complicado y, otra vez, no es necesario que nos comamos mucho la cabeza con ello. Tan solo hay que avanzar poco a poco con la historia y descubrir qué explicación nos gusta más.
El líder del cambio político suele ser carismático, pero uno así no es para todos. Si preguntásemos a la gente por un héroe carismático, tendríamos mil ejemplos; y por cada ejemplo, tendríamos a alguien rebatiéndolo. Eso es porque nunca ha habida una aceptación total del cambio político en todos los ámbitos sociales. Hay que pensar en la gente anciana que tiene miedo al cambio, en aquellos individuos de clase más baja que se han aprovechado del poder, en las instituciones clericales o escolares y en demás casos. Del mismo modo que debemos introducir personajes que apoyen los cambios políticos, también debemos tener detractores pese a la aceptación mayoritaria. Conan, el más poderoso de los cimerios y rey de Aquilonia, fue un general sublevado antes de ser rey y, pese a que la mayoría del pueblo le aceptaba y deseaban que destituyese al anterior monarca, había gente que le consideraban un extranjero, un bárbaro sin derecho a eliminar al sumo rey colocado en el trono por voluntad divina. Otro elemento que podemos utilizar son los bardos, oradores y otros individuos cuyos oficios permiten transmitir mensajes a grandes grupos de personas. Por ejemplo, podríamos que los personajes pillen in fraganti un soborno o se queden desconcertados cuando escuchan al pregonero del pueblo decir que Sir Archivald, quien desea destituir a los nobles corruptos e instaurar una meritocracia, es un ladrón y adúltero cuyo único deseo es hacerse con nuestras mujeres y arrancarnos el pan de nuestras bocas.
Nuestro líder político también debe ser realista. Esto no quiere decir que no pueda ser bello como las aguas primaverales y su pelo largo blanco no pueda ondear con el viento cuando carga en su montura contra su enemigo. Sus promesas deben ser prometedoras y que demuestren un futuro mejor, pero siempre con los pies en el suelo. También debe ofrecer una mejora física y evidente, por lo que dichos mensajes deberían denotar algún tipo de promesa económica, como la mejora en los campos de cultivo o reducir en parte los impuestos que sufre el pueblo llano. Nadie en su sano juicio sigue a alguien que le promete la luna, pero sí a alguien que le promete un cuenco de comida para el resto de sus días. Los mensajes que repite el pueblo y el ejército deben ser claros y concisos, con un objetivo claro que sean capaces de cumplir si siguen al líder y que no sea demasiado descabellado. Así que debemos recordar que, por muy doradas que sean las palabras de nuestro nuevo revolucionario, quien os pide que os lancéis contra las picas enemigas en pos de la libertad y la buenaventura de las gentes de nuestra tierra, quizás es solo un engaño o una utopía.
Finalmente, llegamos al instrumento más importante de todo organismo político: el poder. Cuando gobierno está siendo amenazado, no puede permitir que otras facciones políticas amenacen su poder. Pero el poder no solo significa sacar a las calles los guardias. Existen leyes, ministerios de censura, espías en las filas enemigas, mercenarios que hacen el trabajo sucio e incluso falsificadores de pruebas para negar cualquier acusación. Recordemos pues que un gobierno amenazado en nuestra partida debería mostrar signos de opresión, pero esta no debe ser excesiva o por miedo a empeorar la situación.
No nos olvidemos de esos poderes sublevadores que ha sido bastiones de la buena voluntad y la ayuda al más débil. Una vez suben al poder, pueden corromperse o morir bajo el yugo de sus ideales. No hay ningún problema en permitir que todo el mundo tenga comida y puedan labrar los campos, salvo cuando esto puede llevar a que los comerciantes más ricos dejen de apoyarte y empiecen a buscar un gobierno más acordes a sus gustos. O puede que esas políticas que eran tan bonitas en la teoría puedan acabar por sumir al país en la crisis cuando se dan cuenta de que las gentes no viven de la buena voluntad, sino del trabajo propio y del que se puedan aprovechar de los demás. Del mismo modo, una vez termina la rebelión y nuestro líder carismático suba al poder, eliminará cualquier signo del gobierno anterior si no desea que las llamas de este perduren, o asimilará parte de sus costumbres y símbolos cuando se trata de la conquista de un nuevo país. Una de las sagas que mejor demuestra esto es la del brujo Geralt de Rivia, donde el imperio Nilfgaardiano se dedicaba imperativamente a acabar con toda resistencia que se encontrase sin medias tintas, y la única razón por la que perdieron la guerra final fue por no aplacar los grupos rivales del este.
Con estos pocos puntos tenemos más que suficiente como para poder crear nuestro próximo gobierno a derrocar y, con suerte, resultará demasiado fácil. Personalmente, pienso sentarme en mi sofá y tomarme una buena cerveza fría mientras leo algunos de los mejores relatos de Robert Ervin Howard. Pero espero que, cuando acabe y entre en mis redes sociales de confianza, encuentre vuestras ideas y se me dibuje en el rostro una sonrisa de oreja a oreja.
Este artículo fue escrito por Fausto losilla Rodríguez y corregido por Ewi. Gracias a ambos por vuestro trabajo.
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Ninguna referencia a la revuelta de esclavos de Espartaco. Raro.
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